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6 mayo, 2025En una democracia, se supone que la autoridad es el pueblo. Como parte de este, ¿sabes ejercer la autoridad que tienes en tu entorno? Aquí te mencionamos algunos aspectos clave para aprender acerca de la autoridad desde el principio de la ética
Cada día se quiebra el respeto a la autoridad, a aquellos que tienen el poder y la responsabilidad en sus manos. La rectitud, la honradez y la honestidad ya no son características de quienes han sido puestos en posiciones de eminencia. Al contrario, cada quien satisface su interés personal, obteniendo ventaja del cargo.
Debemos recordar que, desde la ética en la administración pública, los funcionarios no deberían recibir ni aceptar regalos, donaciones, servicios o cualquier otro tipo de beneficio. Lo que, lamentablemente, no sucede en muchos de nuestros países latinoamericanos, donde los poderosos se enseñorean de sus pueblos.

En Perú, por ejemplo, se presentaron serios indicios de corrupción en la propia figura presidencial al no declarar objetos de gran valor, entre ellos, relojes de alta gama y joyas de lujo, los cuales, como lo indica la legislación peruana, deben ser dados a conocer antes de asumir el cargo.
Muy al contrario de lo que debería ser, la presidente de este país se ha multiplicado en excusas que aumentan las dudas sobre esta dignidad.
También ocurre en Colombia, donde el mandatario de turno llega con verdades a medias que desdibujan su compromiso y su ejercicio de la función pública.
¿Dónde quedó la ética que debe prevalecer, y hacer preservar una de las razones del Estado, que es proteger el bienestar de la sociedad?
Todos, como dolientes, debemos ejercer veeduría y control sobre lo público. No podemos pasar inadvertidos ante los abusos del poder. Es fundamental entender que el testimonio entre la vida pública y privada de un funcionario debe ser coherente y firme, con la función que cumple de representar a la nación. Es la fuerza moral del pueblo la que no debe dejarse dominar por los engaños y manipulaciones de los dirigentes.

Proverbios 29:2: “Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; mas cuando domina el impío, el pueblo gime.” Esta verdad contundente, que nos muestra la Biblia, no solo nos asegura un resultado, sino que también determina una condición que todos debemos asumir: la responsabilidad al elegir o ser elegidos.
Es fundamental entender que describir los resultados del justo y del impío significa ver el fruto de un personaje que, necesariamente, tiene intenciones, no solo de ejercer una posición, sino de hacerlo con criterio de honestidad. Esto implica una conciencia que puede o no tener, pero que, en caso de lo segundo, debemos recordársela.
También es cierto que, así como le debemos exigir a la autoridad, todos tenemos, de cierta manera, esta condición de autoridad que debemos aprender a ejercer desde un comportamiento limpio.
En una democracia, se supone que la autoridad es el pueblo, y todos debemos aprender a ejercerla de manera activa, con responsabilidad, siendo coherentes con todo nuestro entorno, que, de una u otra forma, nos muestra una línea de sujeción y acción en este principio estructural.
Para profundizar en esta temática y en todas sus implicaciones, les recomiendo el material de estudio para el curso de formación número 1 del ICT (CF1, Módulo 1, Lección 12: “Principio de autoridad espiritual”. Editorial Publimundo).
Carmen Vargas.
MTC